La dualidad económica de Castilla y Aragón: el impacto de una unión dinástica que marcó el rumbo de la España moderna
La unión de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón en 1469 marcó un punto crucial en la historia de España, tanto en términos políticos como económicos. Sin embargo, esta unión dinástica no implicó una integración total de las estructuras económicas y sociales de ambas coronas. Cada una mantuvo sus propias leyes, monedas y sistemas administrativos, dejando un legado de diversidad y tensiones que aún resuenan en la economía española.
Configuración política y económica de la unión
La unión entre Castilla y Aragón no fue una unificación en el sentido moderno del término. Cada corona conservó su autonomía institucional: Castilla operaba bajo un sistema más centralizado y uniforme, mientras que Aragón se componía de una confederación de reinos con fueros y privilegios específicos. Esta dualidad política también se reflejaba en la economía.
Por un lado, Castilla era predominantemente agraria, con vastas extensiones de tierras dedicadas a la ganadería y la agricultura. Su economía giraba en torno al comercio de la lana, que se exportaba principalmente a los Países Bajos a través del puerto de Burgos. En contraste, la Corona de Aragón tenía un enfoque comercial más diverso, centrado en el Mediterráneo, con ciudades como Barcelona y Valencia destacando como centros mercantiles y financieros.
La expansión atlántica y sus repercusiones
La llegada de América en 1492 supuso un hito económico, pero los beneficios de esta expansión ultramarina se concentraron principalmente en Castilla. La corona castellana asumió el liderazgo en la exploración, conquista y colonización de las nuevas tierras, controlando el flujo de recursos como el oro y la plata que llegaban del continente americano. Aragón, en cambio, quedó prácticamente excluida de este proceso debido a las restricciones impuestas por las leyes castellanas, como las Ordenanzas de 1503, que reservaban el comercio con América exclusivamente a los súbditos de Castilla.
Esta desigual participación acentuó las diferencias económicas entre ambas coronas. Mientras Castilla experimentaba un auge inicial gracias a los recursos americanos, Aragón enfrentaba limitaciones en su capacidad de crecimiento, lo que reforzó las tensiones entre ambas regiones.
Legado económico de la unión (más aquí)
A pesar de las ventajas que la unión dinástica ofreció en términos de proyección internacional, su impacto económico dejó un legado desigual. Castilla, con su centralización administrativa y su acceso a los recursos ultramarinos, emergió como la región dominante, mientras que Aragón vio limitada su influencia económica en el conjunto de la monarquía.
El sistema de gobernanza establecido por los Reyes Católicos sentó las bases para una administración dual que persistiría durante siglos, con efectos tanto positivos como negativos. Por un lado, permitió que cada región conservase su identidad y autonomía económica, pero por otro, impidió la formación de un mercado unificado que pudiera competir con otras potencias europeas como Francia o Inglaterra.
Reflexión final
La unión dinástica entre Castilla y Aragón fue un evento clave en la configuración de España como entidad política y económica. Sin embargo, lejos de eliminar las diferencias entre ambas coronas, esta unión perpetuó una dualidad que aún se refleja en la economía y la política españolas contemporáneas. La centralización del poder y los recursos en Castilla, combinada con el papel periférico de Aragón en la expansión ultramarina, marcó un legado de desigualdades regionales que continúa siendo un tema de debate en la historia económica de España.
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